Juan Gil - Jefe emérito
Cuando decidí emprender por primera vez, lo hice acompañado, pero al cabo de unos años decidí seguir recorriendo el camino en solitario.
Bueno, no lo hice del todo solo.
En esa nueva etapa, me llevé a Eva, una de las últimas contrataciones que habíamos hecho en la empresa.
Cuando la contratamos tenía apenas 19 años y nada de experiencia, pero tenía algo mejor: un enorme entusiasmo, perseverancia y ganas de aprender.
Desde el primer momento vi en ella un gran potencial y me convertí en su mentor.
Por eso, tuve claro que sería una buena compañera de aventura.
Cuando se lo propuse, aceptó sin dudarlo ni un minuto.
Gracias al trabajo de ambos, el negocio comenzó a crecer rápidamente.
Así que no pasó mucho tiempo antes de que tuviera que contratar a una segunda empleada, esta vez con experiencia, para manejar la creciente carga de trabajo.
Así fue como llegó Mónica al despacho. Una profesional seria y competente que se integró sin problemas en el equipo.
Para mí, siempre ha sido muy importante crear un ambiente colaborativo y comprometido.
Eva y Mónica formaban un equipo formidable.
Ambas mostraban una dedicación que iba más allá de lo común.
Si quedaba trabajo pendiente al finalizar su horario, se quedaban sin necesidad de que nadie se lo pidiera. Solo por el deseo de cumplir con las responsabilidades que ellas mismas se habían autoimpuesto y asegurar la satisfacción de los clientes.
Sin duda, en los momentos complicados que la vida te manda sin preaviso, es cuando uno realmente comprueba quiénes son las personas que de verdad están a tu lado y en las que puedes confiar y apoyarte para superar estos trances.
A mí me tocó descubrirlo cuando, por motivos personales, tuve que ausentarme del despacho justo en pleno trimestre.
Eva y Mónica me dijeron que me fuera tranquilo porque ellas se encargarían de todo.
La verdad es que nunca supe exactamente cómo lo hicieron, pero al regresar encontré todo en perfecto orden, con todos los trabajos terminados y entregados a tiempo.
Por eso, y por mucho más, les estaré eternamente agradecido.
Cuando llegó el momento de mi jubilación, les ofrecí continuar con el negocio, ya como empresarias.
Ahora, bajo la dirección de las reconvertidas Eva y Mónica, y gracias a su dedicación y compromiso y, sobre todo, a un enorme esfuerzo personal, el despacho ha seguido prosperando, manteniendo los valores de compromiso y excelencia que les inculqué.